Asado y lluvia haciendo autostop
Nos levantábamos con el ruido de la lluvia sobre el techo. La idea de salir a hacer autostop nos daba pereza, pero peor era quedarse un día más en ese pueblo. Ese pueblo en que nos sentíamos tan incómodos. Un pueblo chiquito, de ruta, pero que vive del turismo que está de paso. Nadie se queda mucho, pero no se hacen querer, no dan ganas. Nosotros tampoco nos hubiésemos quedado sino era porque nos agarró ahí la noche. Queríamos ir a donde sea, pero teníamos que esperar al día siguiente. Incluso Vang Vieng (paraíso de jóvenes que después de juntar un par de dólares en Nueva Zelanda van ahí para emborracharse) parecía una buena opción.
Con apenas un paquete de galletitas para desayunar, y un sabor amargo nos alejamos del pueblo en medio de la lluvia. Nos acompañaban Antoine y Patricia, una pareja franco-española que habíamos conocido el día anterior haciendo autostop. Habremos caminado menos de un kilómetro y parámos bajo un techo. Un techo de chapa que era la entrada de un edificio que parecía oficiar de gubernamental, pero estaba cerrado.
La ruta nos era esquiva. Pero más que por los autos, por nosotros mismos. La condiciones no estaban dadas. Llovía mucho, y el frío se empezaba a sentir.

Saliendo del pueblo
Muchos dicen que el hombre se empezó a diferenciar de los animales porque pudo controlar el fuego. Eso hicimos nosotros: conseguimos algunas maderas, y en un brasero prendimos un fuego para calentarnos la manos. Pedimos todo prestado a la casa vacía. De a poco, el día estaba cambiando para nosotros, porque por más que llovía a cántaros, el simple hecho del fuego nos reconfortaba. El fuego atrapa, entretiene. Deja a las personas en un estado de reflexión exquisita. Donde parece que desde lo más profundo de nuestro ser sale la más linda poesía.
¿Hace cuanto que no improvisábamos algo sacado del libreto? Por lo general cuando nos ponemos un destino en la cabeza lo cumplimos, muchas veces renunciando a otras opciones. Pero está vez no importaba que los autos pasen sin que nadie los parara, estábamos al lado del fuego. Los 4 sentados y las 8 manos calentándose. El cartel escrito en Lao que anuncia nuestro destino quedo esperando al lado de la ruta.

Antoine y Patricia
De pronto a nosotros dos, se nos vino una imagen a la cabeza, de hace ya más de un año. Estábamos en Gualeguay con una pareja amiga (Tomás y Pía). El frío nos congelaba hasta los huesos. No había abrigo capaz de soportarlo, pero prendimos un fuego y todo cambió. Aquel fuego derivó en un asado. No fue un gran asado, ni el más rico de todos, pero si digno de recordar por el ingenio y la improvisación que utilizamos para hacerlo.
Pero esta vez era Laos, no el litoral argentino, y la carne no es lo mismo. La comunicación nos cuesta. Ellos no saben mucho inglés y nosotros apenas sabemos decir hola, gracias, por favor y los números, ¿Cómo le íbamos a decir dame 2 kilos de vacío? ¿Please, give me 2 kilos of “empty”? Estábamos condenados al no entendimiento por ese camino.
Y se ve que los “españoles-franceses” nos leyeron la mente. Él pregunta por el asado argentino, bah mejor dicho “la barbacoa argentina”. Y nosotros no nos quedamos atrás. Hicimos una increíble exposición que nos dejo a todos con ganas de picar algo.
La casa vacía que nos convido madera, ahora nos mostraba un bolsa de carbón y una parrilla. Si, carbón y una parrilla. Llevábamos dos horas ahí y nunca la habíamos visto. La charla le dio importancia. Y la idea surgió sola: “¿Y si vamos al pueblo a comprar un pollo? Eso hicimos, fuimos al pueblo en busco de un pollo y volvimos con 2 kilos de cerdo, unas papas, berenjenas, algo de sal y limones. Ya teníamos todo. Sólo faltaba el ingenio y la imaginación para cocinarlo.
Las tareas se repartieron solas: avivar el fuego, separar las brasas, limpiar la parrilla, cortar el cerdo y condimentar.

No apto para vegetarianos
Afuera, los autos seguían pasando. El carbón estaba húmedo, y el cerdo tardó más de lo común. El tiempo seguía corriendo. El plan de madrugar para llegar temprano a destino ya no tenía sentido. La lluvia no daba tregua, el cerdo tardaba, y los autos dejaron de pasar.

Trabajo en equipo

Nuestro almuerzo
La cabeza humana va siempre un paso más allá de los hechos. Ya nos imaginamos pasando otra noche en ese pueblo rutero; El plan de sol y río se volvía a posponer un día más. Todavía había que dar vuelta la carne.
Y se nos presento esa frase que tanto escuchamos en estos 7 meses de viaje: “Lo importante no es el destino, si no el camino”. Claro, era eso. No importa llegar ayer, hoy o mañana. Ayer nos sorprendió la noche, hoy llueve, el pueblo es un espanto pero nosotros estamos bajo techo, al lado de un fuego, esperando comer un asado.
La voz de “A comer!” se hace escuchar. Encontramos un plato y con papel higiénico improvisamos servilletas. La comida estaba increíble, o esa era nuestra sensación después de tantos meses de arroz y sopa. Panza llena y corazón contento. Nos faltaba terminar de limpiar y dejar la casa en condiciones.
Sin embargo nuestro plan inicial de llegar a destino seguía estando trunco, ya era mediodía y la lluvia apenas menguaba. Pero, que linda que es la vida que a veces te regala algunos días donde todo sale bien. Primer auto que paramos, frena, nos mira, nos pregunta a donde vamos y nos lleva a los 4 (si, a los 4) hasta Vang Vieng. Llegamos ya sin lluvia, con la panza llena y una anécdota más en la ruta.

Así nos recibió Vang Vieng
Hola!!, saludos desde Argentina. Disfruto leyendolos, parece como que
viajo con Uds, hacen vivenciar sus experiencias. Los felicito por decidir viajar sin tiempo e ir donde el viento los lleve. A mi también me encanta viajar, los envidio sanamente, mi ilusión es conocer India, Nepal, Tibet, China, el sudeste asiático, Siria (ahora imposible), Iran y Jordania, .
Conozco toda Argentina y toda Sudamerica, México, Guatemala, Cuba, algunas islas del Caribe, casi toda Europa, Egipto, Turquia e Israel.
Lamentablemente no me puedo dar el lujo de viajar por meses por el trabajo, ya que no tengo la edad de Uds, es más hasta podria ser su madre, no me traten de vieja, tengo 52, aunque mi espíritu se quedo
en el tiempo y no saben como disfruto cuando me puedo tomar un mes y salgo con la mochila al hombro… y aunque tengas una ruta definida, cambiar sobre la marcha y no saber donde estaras mañana… no tiene precio!!, aparte de conocer distintas culturas y gente de todo el mundo.
Hace 30 años atrás (en mis twenty), eran muy pocos los jóvenes que se aventuraban a viajar.
Espero no haberlos aburridos, DISFRUTEN, DISFRUTEN, DISFRUTEN todo lo que puedan y más también, la vida pasa rádido y cuando regresen, se establezcan en sus profesiones y tengan niños todo cambia.
Aca esta cada vez más díficil, cada día más trabas para salir del país.
Una duda: hace meses que salieron, todavía tienen yerba? consiguen por alli? les mandan desde aca?
Saludos y sigan disfrutando, el tiempo viajado es tiempo ganado en experiencias, en vivencias, en conocimiento de distintas culturas, etc.
Besos.
Gracias Marcela por estas palabras que nos hacen poner las mejillas coloradas. Nuestro idea es prolongar el viajar y escribir en el tiempo. No decimos que sea sencillo, pero es el desafío.
La yerba trajimos algo nosotros de Argentina. Lo usábamos solo para ocasiones especiales. Pero hace poco nos encontramos con un amigo en Tailandia y nos trajo más. Por ahora algo nos queda.
Sorprendentemente ya vimos 2 lugares donde venden. La primera vez fue en Rishikesh, en India. La vendían con las instrucciones. Y valía algo así como 2 USD 40 gramos. La segunda fue en Pai, Tailandia. Alquilaban el equipo de mate, con 20 gramos de yerba por 3 USD. Conclusión: más barato traerla de Argentina jaja.
Abrazos!
De lujo!!!
Ahora bien, ¿qué cornos era esa casa??
Veo que al final la parrilla no rendía y mandaron la carne derecho al balde con brasas, jaja
Hola Luifa!
Nunca supimos que era la casa. El cartel solo decía «oficina gubernamental». Se ve que con la lluvia no fue nadie a laburar. Cuándo prendimos fuego y pusimos la carne vinieron unos vecinos a ver que pasaba. Se ve que les dimos confianza y nos dejaron estar ahí.
Gran observador. La parrillita no tiraba mucho, así que fue al brasero directo. Damos nuestra palabra de que hemos hecho mejores asados que ese.
Un fuerte abrazo.
Genial se ve tu parrilla, dan ganas de salir ya de casa..aunque aún no es posible..gracias por compartir sus aventuras con los lectores…