Salir de China
«El viaje normalmente está considerado un desplazamiento espacial. Es una idea inadecuada. Una travesía ocurre al mismo tiempo en el plano espacial, en el temporal y en el de la jerarquía social.»
Claude Lévi-Strauss
Que las personas a las que le preguntás te adviertan y sugestionen acerca del cruce de una frontera tiene un aspecto positivo: uno espera que pase lo peor. Por ejemplo, caminar entre rifles de militares apuntándote y ovejeros alemanes que te ladran. Una inspectora que se acerque a tu mochila con guantes de latex y el olvido de un paquete sospechoso por parte de alguno que haga entrar en pánico a todo el personal fronterizo. Lo que viene a continuación, comparado con eso, es una historia de niños:
Xinjiang, el oeste de China
El viaje en tren fue tedioso. Aunque como adjetivo “tedio” no es suficiente. Se trató de un trayecto de 16 horas, en segunda clase. Asientos rígidos a 90 grados y muchos, muchos, chinos. Más chinos que asientos.
El Tíbet de China
«Aunque haya religiones diferentes, debido a distintas culturas, lo importante es que todas coincidan en su objetivo principal: ser buena persona y ayudar a los demás.»
Dalai Lama – Tíbet
– Este es el lugar – dijo Tathagata.
Volver a China
El sol empezaba a bajar y la puerta de embarque en Colombo, Sri Lanka, estaba llena de chinos. Nosotros éramos los únicos pasajeros no chinos. El atardecer era naranja y las palmeras en el horizonte aumentaban la sensación de trópico. Ningún chino se dignó a contemplarlo, los celulares le absorbían toda su atención. Tampoco, ningún chino se molestó en respetar la fila.
La guía equivocada de Shanghai
Lo primero que llamó nuestra atención fue el lugar de la cita. En una ciudad inmensa como Shanghai podríamos haber acordado en cualquier otro lado un poco más original o, en todo caso, funcional.
Las ciudades de Pingyao
Nunca pensamos que podía existir una ciudad dentro de otra. Ideas como realidades paralelas, portales en el tiempo y teletransportación siempre nos sonaron exagerados, incluso en la Ciencia Ficción. Pero lo que vimos en Pingyao nos hizo dudar. Quizá podía tratarse de algo del orden de lo atemporal o de una alteración del espacio. O quizá era el Realismo Mágico de García Márquez hecho ciudad.
Conquistar la Gran Muralla China
Miré para abajo y sólo vi el precipicio. Traté de respirar profundo y recordar que en la montaña la mente puede más que el cuerpo: un movimiento en falso me depositaba bien abajo, en el fondo del valle. No se si muerto, pero seguro que con muchas fracturas. Tenía miedo y no podíamos fallar. No tenía miedo por mi, me sentía confiado que podía sortear los obstáculos. La altura y cierta práctica me ayudaban, pero temía por mis dos compañeras. De alguna forma me sentía responsable de nuestra aventura por la Gran Muralla China.
Perdidos en Beijing
Ninguno de los dos se acordaba el horario de llegada del tren. Fue tan difícil comprar los boletos (ya que nadie hablaba inglés en la estaciones y tuvimos que hacernos a entender a fuerza de dibujos y señas) que el horario de llegada era lo de menos.
Datong: Primeras impresiones de China
Llegar a China es todo un acontecimiento. No muy a menudo se llega al país más poblado del mundo y mucho menos por primera vez.