Comida instantánea, viajes instantáneos
“Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo.”
La lentitud – Milan Kundera
Ella vuelve a su casa y saca del freezer una bandeja de comida congelada que compró en el supermercado. La pone en el microondas tres minutos y ya tiene la cena lista. Se siente con el plato de comida frente a la computadora y busca “Imperdibles para ver en dos días en Praga”. Decide anotar el nombre de la plaza del reloj astrológico y decide anotar, también, el nombre del Puente Carlos. No sea cosa que se olvide y se pierda de verlo y sacarse su selfie ahí mismo. Esos dos son los “must to see” de la ciudad. Su instinto, aún humano, la lleva a buscar una lapicera y una hoja de papel. Pero se arrepiente. Abre una aplicación de su celular y ahí lo anota. Por las dudas, abre Facebook y pregunta en uno de los tantísimos grupos de viaje, que es lo que hay para «ver y hacer» en dos días en Praga. Yo le respondería que sentarse a tomar una cerveza en alguno de esos bares viejos perdidos en alguna callejuela lejos del centro, pero se que no me va a escuchar. Ella no quiere perderse absolutamente de nada. Volver del viaje sin su foto, sería bochornoso.
Estos dos momentos, la comida instantánea y las “indispensables” guías de viaje, no parecen hechos relacionados pero lo están. En un mundo donde no hay tiempo de cocinar, seleccionar los ingredientes, saborear la comida, compartir la mesa, charlar, tampoco hay tiempo para preparar un viaje. Quedan pocos valientes que leen un libro o crónica de viaje (ni hablar de un libro de historia) o abren un mapa; la mayoría buscan imprescindibles en internet o miran un video resumido en Youtube. Hoy todo es instantáneo y la preparación de un viaje se condensa en siete consejos y 650 palabras. Los partidarios de la comida rápida son, también, partidarios de las lecturas rápidas. Su estilo “fast food” no incluye lecturas literarias. En todo caso información y sólo con un fin práctico.
Cuando vivía el Buenos Aires todo me llevaba a correr. Amanecía con la prisa de no llegar tarde a la carrera del frenesí. El viaje, en ese sentido, fue un punto de inflexión.
Fue en una tarde de primavera soleada y fría en el Himalaya, en India. Estábamos varados entre los pueblos de Sonmarg y Kargil. La ruta estaba cortada. Un derrumbe de nieve había caído sobre el camino, hace horas que estábamos ahí esperando a las maquinas para que despejen la ruta.
Bajé del Jeep y empecé a caminar en largas zancadas entre los autos detenidos que esperaban. Cuando llegué el punto exacto del bloqueo, maldiciendo las condiciones de la ruta y de todo el tiempo desperdiciado, vi a familias de indios (nenes, padres y abuelos), jugando con la nieve que obstruía la ruta. Parecía ser el único impaciente. Volví al Jeep y vi a mis compañeros, sentados en el piso con sus ropas abrigadas y gorros de lana tomando té y señalando los picos nevados que nos rodeaban. Ahora, además del único impaciente, parecía ser el único que no se permitía disfrutar de uno de los paisajes más descomunales que tuve en frente. La paciencia y la contemplación no suelen ser práctica habituales.
Vivimos en un mundo instantáneo donde todo tiene un carácter de urgencia. Son muy pocos los que se toman el tiempo para leerle un cuento a sus hijos a la noche, incluso para leer una novela o ver una película de más de noventa minutos. Y esta vida rápida invade todos los aspectos de nuestra existencia y hasta hace que nuestros viajes, también, sean rápidos. Y por rápidos no me refiero necesariamente a la cantidad de días. Da lo mismo que tengas un fin de semana, quince días o un mes. Siempre se corre igual.
Las guías de viaje y los blogs tenemos gran parte de la culpa de eso. “10 cosas imperdibles para hacer un París”, “Lo que no podés dejar de ver en Tokio”, “9 + 2 consejos para ahorrar en tu viajes”. El viajero ya ni siquiera tiene tiempo de pensar o experimentar su viaje. Ni siquiera de darle un significado. Ya no hay lugar para la sorpresa ni para la instantaneidad. Las casillas de correos explotan de mensajes que preguntan sobre cómo recorrer tal ciudad, como volar más barato hasta allá, o donde comer mejor. Y lo peor, lo más terrible, es que todas esas respuestas ya están. Google lo tiene. Lamentablemente, parecería que hoy en día sólo se viaja para decir “yo también estuve ahí” y por supuesto, subir la correspondiente foto a las redes sociales.
En aquella ruta del Himalaya hice algo anacrónico, algo en vías de extinción. Realicé un viaje que no era una carrera con una lista de pendiente por cumplir lo antes posible y volver agotados a nuestras casas alborotándonos de recuerdos completamente olvidables. Un viaje, en realidad, se trata de guardar unos pocos recuerdos inolvidables, esos que todavía hoy podemos oler, escuchar o palpar.
Para eso nada mejor que “viajar lento”, porque es la mejor forma de tener experiencias que son únicas, auténticas, ricas en significado y en detalles. Poder conectar con esas experiencias nos llevará al centro de nosotros mismos en ese lugar. Son experiencias que nunca vamos a poder encontrar en Google.
No es que las guías de viaje sean malas de por sí (nosotros escribimos algunas e incluso son las entradas más vistas), pero reconozcámoslo: no tienen alma, ni poesía, ni sentimientos. Generan viajes repetidos y listas de lugares para ver. En cambio, en el pasado hubo grandísimos viajeros y no hay nada mejor que viajar acompañado de uno de sus libros. Tiziano Terzani decía: “Los libros eran mis mejores compañeros de viaje. Estaban callados cuando quería que estuvieran callados, me hablaban cuando necesitaba que me hablasen. Un compañero de viaje, en cambio, es difícil, porque impone su presencia, sus exigencias. Un libro no, un libro calla, pero está lleno de cosas hermosísimas.”
Por lo tanto, contra la locura universal de la vida rápida, dónde la comida instantánea para microondas va ganando terreno, levanto la bandera en contra. En contra de los “Cinco lugares que sí o sí tenés que ver”, los “Diez consejos necesarios para tu existencia” y “las guías indispensables”. Google está lleno de información desde como preparar una valija, tutoriales de como despacharla en el aeropuerto, hasta videos explicando como subirse a un subte en una ciudad asiática.
Los blogs de viaje estamos creando una generación de lectores vagos y holgazanes que no se detienen a pensar por ellos mismos. Esto hace que los viajes modernos condensen “todo lo que hay para ver” logrando así llenarse de recuerdos olvidables con el tiempo. En vez de buscar aquellos inolvidables, que nunca pero nunca van a aparecer en una guía.
Chicos, la verdad es que no podríamos estar más de acuerdo, pero creo que algunos blogs, el de ustedes incluido dejan un poco más en cada entrada y no son comida rápida y digerida. Nosotros hace poquito tenemos el nuestro y a veces cometemos el pecado de hacer las típicas listas que después son las más leídas. De todos modos creo que la mayor «paja mental» (perdón por el término) son los grupos de facebook donde una y otra y otra vez se comparte y pregunta lo mismo, ya ni siquiera se molestan en leer un post, ni hablemos de un libro o ver una peli que puedan significar algún desafío. Desde nuestro lugar nos sumamos levantamos la misma bandera y les damos las gracias por abrirnos una ventana más allá de la comida en 3 minutos.
PD: hace algunos meses les escribimos porque necesitabamos un empujon para viajar como queríamos, hoy van casi 4 meses de viaje y no podríamos estar más felices.
Que bueno que se hayan lanzado a las rutas. Ojalá nos crucemos por alguna parte.
Abrazo grande!
hola muy interesante relato y cierto. Felicidades viajeros.
Gracias Liliana!
Chicos agradezco tanto que existan y que tengan este maravilloso blog.
Arriba los viajes lentos, lentisimos!!!
Gracias Ori. Agradezcamos que existe gente que se toma el tiempo necesario.
Abrazo grande!
No se ofendan chicos, pero últimamente siento que muchos de sus post están cargados de una negatividad que quizá tiene más que ver con un hastío personal o con expectativas no cumplidas que con «la realidad», que en definitiva no es más que una perspectiva. Es genial si ustedes descubrieron que viajar lento es la mejor manera de conectar con un viaje, como para nosotros lo es viajar a dedo y para otros será hacerlo en bici, por ejemplo. Pero somos personas distintas, con miradas distintas, tiempos distintos y expectativas distintas. Eso, además de que no todos tienen tiempo de viajar despacio. Para alguien que gastó buena parte de sus ahorros en pagar un pasaje y tiene 15 día de vacaciones, es totalmente aceptable que no quiera perserse nada de lo que hay que ver. No todos tienen nuestra suerte. E incluso aquellos que sí e igual viajan así, allá ellos mientra sean felices. ¿Por qué juzgarlos o querer cambiarlos? ¡Sería muy aburrido todo si fuesemos todos iguales!
Que cada uno viaja como quiere o puede está absolutamente fuera de discusión. El viajar lento no tiene que ver con la cantidad de días. Hay personas que en quince días de vacaciones recorren un sólo lugar y otras veinte ciudades distintas. En tiempos donde la velocidad cada vez toma más y más importancia es válido plantearse que hay otra forma de viajar, de comer, de relacionarse y hasta de tener sexo. Después que cada uno decidirá en base a su experiencia.
Tal vez seamos negativos, pero cada vez que visitamos lugares nuevos descubrimos que el mundo es más injusto de lo que imaginábamos. Diciéndolo es una de las maneras que encontramos para cambiarlo.
Creo que todo esto da para unos mates.
Abrazo grande!
Muy lindo post, hace un tiempo vengo pensando en el viajar lento, y como cada vez somos mas los que elegimos hacerlo. Como decis en un comentario, viajar lento es darse el tiempo de sentir los lugares y ver mas alla de sus «puntos turisticos». Los mejores momentos en los viajes suelen suceder en los lugares mas insolitos.
Un abrazo grande, buenas rutas chicos!
Gracias Ariel!
A veces, es sólo una cuestión de perspectiva. Abrazos y ojalá que el camino nos cruce!
Buen texto. A nosotros nos gusta viajar tan lento que a veces en los lugares se preguntan por qué nos quedamos tanto tiempo.
Si tienes un tiempo limitado también puedes (como ya habéis dicho) dedicarlo a una zona o ciudad en concreto, olvidarte de los «must see» y disfrutar de estar allí, intentar conocer al la gente y ver como viven.
Las guías y los blogs no son libros sagrados; muchas veces es mejor ir a sitios que no aparecen en ellos, donde no va nadie, donde sus habitantes extrañados te preguntan qué haces allí o si te has perdido. Cuando tenemos un destino y alguien nos dice que para qué vamos allí si no hay nada, nosotros con una sonrisa en la boca le contestamos: Por eso.
Hace unos meses tuvimos varias situaciones por el estilo en Irán y, además, esas preguntas venían de boca de los propios iraníes.
Compra un mapa y elige destino (o ruta) como se hacía hace años…
Un saludo y un abrazo a repartir como queráis
Por eso fue tan placentero conocerlos. No siempre uno encuentra viajeros en la misma sintonía.
Abrazos fuertes desde Kirguistán y como siempre, ganas de reencontrarlos!