Bodh Gaya, una aldea teñida de budismo
Bodh Gaya se presenta a sí mismo como un pueblo budista y sagrado. Ahí fue, hace más de 2600 años, donde el mismisimo Principe Sidharta se convirtió en Buda. Debajo de la sombra de un árbol Bodhi alcanzó la iluminación.
Nosotros llegamos desde Varanasi. Otra ciudad sagrada pero para los hinduistas. Así se presenta en realidad India: diversa. En el mismo país, en la misma ciudad conviven hinduistas, musulmanes, budistas, sijs, jainistas, católicos y judíos. Y cada una de estas religiones tiene sus templos y sus lugares sagrados. Pero la religión, sea cual fuere, se siente en la calle, se respira. No nos cansamos de decirlo, la India es mística y es gracias al clamor de la gente.
Llegamos a Bodh Gaya sabiendo poco de ella, así nos gusta viajar a nosotros. Solo sabíamos de la existencia del místico árbol y de que al ser una ciudad sagrada para el budismo, el Dalai Lama solía visitarla con frecuencia.
Partimos en tren desde Varanasi rumbo a Gaya (ciudad grande de referencia donde está la estación de tren), tras 20 minutos en rickshaw llegaríamos a destino. Llegamos junto a las primeras gotas de lo que sería una fuerte tormenta. Suficiente agua como para mojarnos a nosotros, a las mochilas y embarrar la mayoría de las calles del pueblo. En estado acuático conseguimos un guesthouse. Bodh Gaya es pequeña se recorre caminando, y nuestra habitación estaba en la zona más rural del pueblo. De nuestra ventana veíamos todo el barrio, casas bajas de adobe y ladrillos. La mayoría de un solo piso, con puerta de tela y cocina al aire libre. En India las casas suelen ser muy humildes, lo mismo su arquitectura y distribución; una sola habitación amplia que hace de dormitorio, sala de estar y living-comedor. La cocina y el baño suelen estar afuera, como las personas, que viven más afuera que adentro de sus casas. La vida en India ocurre en las calles ¿Quizá por eso no necesiten más que una sola habitación en sus casas?
Volvamos a nuestra llegada al pueblo. Llegamos empapados de agua, intentando saltar entre charcos y buscando techos donde mojarnos menos, como si aún quedaran partes de nuestro cuerpo que podríamos proteger de la lluvia. Y mientras nosotros hacíamos malabares por no meter el pie en algún pozo ¡Los niños jugaban desnudos bajo el agua! Se reían, corrían y se bañaban. Las mujeres aprovechaban el agua para ducharse y los hombres ponían tachos para recolectar el agua de lluvia. Y nosotros, bichos raros, con paraguas y cubremochilas. Escenas como estas nos hacen dar cuando de cuán ridículos somos a veces. Claro, hacía más de 30 grados que mejor que un refrescante chaparrón.

Niño jugando después de la lluvia
Mojados y frescos llegamos al guesthouse. El encargado nos muestra la sencilla habitación y el pequeño balcón que la acompañaba. Además de las casas del barrio veíamos vacas, patos, gallinas, chanchos, perros, bueyes y unas maravillosas plantaciones de arroz. Estábamos en medio del campo pero a 300 metros de un impresionante templo con un inmenso árbol sagrado.

Vista de la ventana: plantaciones de arroz
Cuándo salió el sol y el vapor de la lluvia comenzó a evaporarse salimos a recorrer nuestro barrio. Los patos disfrutaban de sus nuevos y pequeños lagos, los niños seguían jugando, las mujeres ahora ponían a secar la ropa recién lavada y los hombres conversaban. Todos tenían algo para hacer, pero todos se tomaban el tiempo de mirarnos, sonreírnos y decirnos “Namasté”. Niños, jóvenes, ancianos “Namasté”.

El mercado
“Namasté” es una palabra hinduista que uno no se cansa de escuchar en India. Sea para saludarnos, agradecer algo, o despedirnos. Se trata de un saludo de humildad, donde uno se inclina ante el otro. Mi humildad saluda tu humildad. No hay yo ni egocentrismo de por medio o al menos eso se intenta. Pero… ¿Bodh Gaya no era un pueblo budista?
Seguimos caminando y saludando hasta que nos topamos con el “Mahabodi Temple”. Un templo inmenso donde se encuentra el famoso árbol en cuestión; como si fuera el corazón del pueblo. El templo es imponente y tras él se encuentra un árbol milenario. Un árbol que trasmite serenidad y paz a quien lo mire y se tome unos minutos para sentarte cerca de él.

Mahabodi Temple
Cuenta la leyenda que al árbol no es el original sino un hijo del árbol donde Sidharta obtuvo la iluminación tras varios días de meditación, a partir de los cuales comenzó a trasmitir sus enseñanzas. El emperador “Ashoka, el grande” estaba fascinado con el árbol en cuestión, a tal punto que su esposa sintiéndose celosa decide envenenarlo. Por suerte su hija salvó un brote y se lo llevó consigo a Sri Lanka. Años más tarde otro brote de ese árbol fue traído a Bodh Gaya y plantado en el mismo lugar que el original. Allí hoy se erige el Templo Mahabodhi.

El famoso árbol
El árbol está rodeado de unos hermosos y pacíficos jardines repletos de stupas de todos los tamaños y alturas. Es fácil encontrar monjes meditando, alumnos aprendiendo, viajeros sacando fotos y creyentes a la espera de que alguna hoja del árbol caiga con el viento para llevárselas a sus hogares. Sagrado o no, el sitio trasmite armonía

Alrededores del árbol

Unos buscan la iluminación y otros duermen la siesta

Las sociales nunca faltan

Jardines y stupas
Afuera la gente nos continuaba saludando con su reverencia hindú y allí empezamos a notar que en el pueblo hay muchísimos otros templos. A cada paso íbamos descubriendo uno nuevo. Templos budistas donde en la puerta se anunciaba a que país pertenecían: Bhutan, Japón, Tailandia, Vietnam, Myanmar, China y Nepal. Países budistas por decirlo de algún modo. Y cada uno de estos países tenía su embajada espiritual en Bodh Gaya. Y allí nos empezamos a enterar de la historia del pueblo.

Templo Bhután

Templo Tailandia

Un gran buda de 30 metros. Donación del gobierno Japones.
Todos los años de Octubre a Marzo Bodh Gaya se tiñe de los colores bordó y azafrán, las cabezas rapadas comienzan a ser mayoría. En esa época los peregrinos, monjes y estudiantes llegan a la ciudad a conocer o intentar buscar la iluminación que Sidharta consiguió años atrás. Y en diciembre el pueblo estalla. El mismísimo Dalai Lama llega a impartir charlas y enseñanzas ante más de 40.000 personas. Y así es que cada país tiene su sede, allí se albergan los distintos monjes de acuerdo a su país. El resto de año Bodh Gaya es un pueblo común y corriente donde llegan algunos viajeros que no se enteraron que no era la época para visitarlo; La gente del pueblo los recibirá con lluvia, sonrisas y una seguidillas de “Namaste”.

La invitación a jugar cricket que se transformo en fulbito, tampoco falto.
¿Impermanencia o globalización?
Estamos en Dharamkot, cerca de McLeod Ganj, cerca de Dharamsala. Estamos, de a poco, abandonando la altura del Himalaya. Además de haber estado de cumpleaños, también estamos cumpliendo los dos meses de viaje. Y, en verdad, nuestro viaje está cambiando, transformándose día a día, como nosotros. Impermanencia, palabra que comenzamos a escuchar y leer al acercarnos al budismo y a la meditación. Impermanencia, lo que no permanece, lo que está en continuo cambio, lo que se transforma. Nuestro viaje es impermanente, nosotros también lo somos. La vida también lo es.
La permanencia es estar sin mutación en un mismo lugar, estado o calidad. Lo impermanente es la posibilidad de la realidad de no mantenerse en un mismo lugar, estado o calidad. Nuestro mundo es cambiante, como nuestros pensamientos y nuestros cuerpos. Nosotros somos materia en movimiento. La vida es transformación. Hasta la montaña más alta del Himalaya es movimiento. Impermanencia.

Miradas tibetanas

Miradas hindúes
Nuestro viaje muta, deja de permanecer día a día. Quizá suene reiterativo y poco poético, pero como trasmitirles la sorpresa y novedad que cada día nos depara.
Impermanencia en imágenes:

Impermanencia I – Día nublado

Impermanencia II – Arcoiris

Impermanencia III – Atardecer rosa
Por ejemplo, planeábamos estar aquí unos 5 días, y llevamos casi dos semanas. Un lugar tramposo que invita a quedarse. No planeamos hacer muchas actividades más que caminar, sacar fotos y escribir, y nos encontramos tomado clases de cocina y haciendo un curso de yoga. Tampoco sabemos cuál será nuestro próximo destino. La temporada de lluvias comenzó, los días son húmedos y mojados, y muchas rutas y ciudades se tornan intransitables. Mientras, esperamos. Pero no es cualquier espera, es una espera impermanente.

Curso de cocina con Reeta
Llegar hasta aquí no nos resultó nada sencillo (no sé si a Dharamkot, a India, a los dos meses de viaje, queda a criterio del lector). Pero suponiendo que lo decíamos en el aspecto espacial, de donde estábamos no había nada directo que nos lleve. Tuvimos que tomar 3 colectivos para conseguirlo. El resultado fueron 11 horas de viaje, un mareo importante y que llegásemos a McLeod Ganj a las 23, horario donde está todo cerrado y encontrar alojamiento es una tediosa tarea. Pero el sufrimiento también es impermanente, como la felicidad. Que hay que disfrutarla, pero ser consiente que tiene un fin.
McLeod Ganj, es un lugar turístico que se caracteriza por alojar al Dalai Lama. Una ciudad budista donde se respira al grito de “Free Tibet”. Volvemos a encontrarnos, de alguna forma, a esta faceta de la India budista que dejamos atrás en Leh. También es caos de tráfico por calles angostas. Miles de turistas, algunos son extranjeros que vienen buscando conocer más sobre el Dalai Lama, el exilio del pueblo tibetano y su cultura. Y la mayoría son Indios de la región de Punjab (que está pegada a donde estamos) que vienen a la montaña escapando del calor y buscando un poco más de frío.

Free Tibet I

Free Tibet II
Nosotros estamos en Dharamkot, a unos 20 minutos caminando. Este lugar es especial se respira comodidad. Mucho turismo occidental, muchos alojamientos, muchos restaurantes, muchos cursos. Un lugar donde es difícil aburrirse. Pero, también, un lugar que no parece India. No es la primera vez que decimos que no nos sentimos en India. Si bien estamos dentro de la frontera no están tan presentes la cultura, la caos, el hinduismo, la gente, el aroma India.

May the yearning for freedom of all Tibet that we have nurtured in our hearts for so long come true and soon enjoy the fortune of glorious celebration of spiritual and political harmony.
El que busca encuentra, y nosotros la encontramos en Shiva. Amo y señor del estado de Himachal Pradesh. Un dios relacionado con la destrucción. Reeta (la señora que nos enseña a cocinar y nos aloja) nos contó que los dioses lo ven todo. Y cuando uno no hace bien las cosas, realiza malas acciones o tiene malos pensamientos se enojan. Este es el caso de Shiva, que se enojó e hizo que lloviera y se inundara al norte de Rishikesh, en Kedarnath. O por ejemplo en estos días entraron al cuarto de unos israelitas mientras dormían y le robaron plata y cámaras de fotos. Eso hace que Shiva se enoje, y actué con toda su furia. Por eso nos pidieron que seamos muy respetuosos, para colaborar, y que las cosas mejoren.

Brahma, Vishnu y Shiva
Reeta con sus comidas, con su alegría y simpatía y con sus teorías conspirativas en relación a Shiva y la época de lluvias nos permitió volver a sentir a India corriendo por nuestra sangre.

Charla de mujeres
Pero acaso, ¿los restaurant estilo “western” (comida continental), los celulares, la ropa deportiva, el budismo, y la cerveza no son parte de India? India es impermanente. Está cambiando, está mutando. India oriental, con aroma a caléndula, con vacas en la calle, con mantras, con saris, con curry convive con India moderna y comercial que usa ropa Adidas y jeans. Una co-existencia. ¿Será que acaso solo las viejas generaciones mantienen la ropa, los rituales y los tiempos de India tradicional? ¿Será un momento de cambio, de transformación?
Acaso ¿Impermanencia o globalización?

Voluntarios tibetanos pidiendo donaciones